La escena se repite constantemente. “Mi disco duro ha muerto y he perdido todo”. Más de un escritor ha tenido que hacer terapia psicológica para asumir que los cinco capítulos de su nueva novela han desaparecido. La muerte de un disco duro puede llevarse por delante películas, discografías, fotos, tesis doctorales y un largo (y doloroso) etcétera.
El mercado de los discos duros es duro, cómo no. Cada día se ofertan novedosos dispositivos con capacidades casi imposibles de llenar y en tamaños diminutos. Pero cuando la industria del disco duro logró concienciar a la humanidad de que hace falta tener uno bueno, el mejor, y disponer de más de unopara asegurarnos de que la información no corre peligro, justo entonces apareció la memoria flash. ¿Quién no tiene una memoria USB con forma de llave, lápiz, pincho? Son los pequeños genios de la familia SSD (Solid State Drive).
El SSD es un dispositivo de memoria sólida, que en primer lugar no hace el ruido de un avión que despega cuando está trabajando —ya que usan chips de memoria flash para guardar datos en lugar de platos magnéticos—, es mucho más liviano, reduce los tiempos de búsqueda y latencia (menos de 0,01 milisegundos) y no incluye partes móviles, por lo que resulta inmune a las vibraciones externas (es decir, soportan caídas de hasta dos metros y medio y golpes). Además, al ser memorias de carácter no volátil, la información almacenada no se pierde al desconectarse de la corriente. Sin embargo, hay un gran pero que ha impedido la popularización de estos dispositivos, unos 400 euros por GB, muchos más costosos que los famosos discos duros.
Hace unos meses, el ingeniero estadounidense Michael Nygard, un experto en sistemas con gobiernos, bancos y empresas entre sus clientes, relataba en su blog (www.michaelnygard.com) que perdió un vuelo porque los encargados de seguridad del aeropuerto le retuvieron, incapaces de comprender por qué un ordenador podía ser tan liviano y delgado. Nygard viajaba por primera vez con el MacBook Air, un ordenador con 64 GB de memoria SSD. Se trata de uno de los últimos inventos de Apple, que también ha incorporado estas memorias a los deseados iPhones.
Los dispositivos SSD no se distribuyen por separado aún en España. Según el ingeniero informático Sacha Fuentes sólo algunos ultraportátiles, como el Lenovo X300 o el MacBook Air, los ofrecen ya integrados con capacidades que no superan los 64 GB. Toshiba también los incluye en su familia Portegé y Dell ofrece desde 32 hasta 128 GB en los Latitude y Precision. Todos con precios muy superiores a los de un ordenador común —entre 1.500 y 3.000 euros—. Sólo la familia de Asus Eeee ofrece ordenadores portátiles económicos con memoria SSD a precios de entre 300 y 400 euros.
La capacidad de los dispositivos SSD arrancó con 32 y 64 gigabytes —y quienes no estén familiarizados con este término, seguramente tengan uno en su MP3 o el móvil— hasta los 128 GB que comercializa Samsung. Recientemente Imation lanzó en España el PRO 7000, con modelos de 64 y 128 GB, que puede alcanzar una velocidad máxima de lectura de 120 MB por segundo y una velocidad máxima de grabación de 90 MB por segundo. Pero el negocio va a más. En septiembre la misma Samsung, que se ha metido de cabeza en el desarrollo de esta tecnología, distribuirá prototipos de 256 GB, que se espera lleguen al mercado a final de año. La firma prevé que la venta de estos dispositivos aumente un 800% para el 2010.
El reciente anuncio de Samsung llama la atención porque se habla de 200 MB por segundo de lectura y de 160 MB por segundo de escritura. Una velocidad unas 2,4 veces superior a la de un disco duro convencional. El desarrollo de celdas multinivel para el almacenamiento de datos promete además, reducir los precios de este tipo de dispositivos. Por otra parte, Texas Memory System ya comercializa una SSD de 512 GB de memoria, claro que a precios prohibitivos que la alejan del gran público y reduce su implementación a grandes empresas.
Y mientras otras invierten en el desarrollo del SSD, la japonesa Fujitsu va con pies de plomo. Recientemente su vicepresidente, Joel Hagberg, afirmaba que se han exagerado las ventajas de las SSD y que faltan unos dos años para que el negocio sea atractivo para su compañía.
Lo cierto es que mientras los grandes fabricantes de dispositivos de almacenamiento se plantean el desarrollo de los SSD a gran escala, el amenazado disco duro sigue reinando. Su venta ha crecido un 21% este trimestre comparado con el año pasado, según
iSuppli. En total se vendieron 137 millones de discos duros.
De momento, las cartas están echadas. Sólo queda esperar que los monstruos de la tecnología consigan ponerlo al alcance de la gente. Ya lo han hecho con móviles, ordenadores y todo tipo de aparatejos. Mientras tanto el disco duro sigue su lenta y próspera agonía.
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