Trabajan en casa. Salen para realizar sus reportajes y regresan a pueblos como Artajona (Navarra), donde vive David Beriain, un reportero que consiguió el reconocimiento profesional por sus reportajes con las FARC en Colombia. "A mi pueblo sólo llega un giga de ADSL, pero con eso trabajo".
Son jóvenes maduros (casi todos andan por los treinta y tantos), viajeros; manejan la tecnología sin ser especialistas, y trabajan los días que haga falta para luego disfrutar de más tiempo libre. "Internet rompe la dependencia física; no necesito estar en ningún lugar determinado para trabajar. Puedo teclear igual en mi casa, en el apartamento de mis padres en Tarragona o en mi furgoneta. Busco una conexión a Internet y se acabó", comenta Ander Izagirre, un reportero autónomo sin casi experiencia en redacción. "Trabajé unos meses en la radio como becario; después hice sustituciones muy breves en un periódico y en una radio".
Juan Pablo Meneses prefiere trabajar en los cibercafés. "Cada vez hay menos diferencia entre una redacción periodística tradicional y un locutorio de banda ancha", dice este periodista desde Buenos Aires. Reconoce que llegó al periodismo buscando algo simple: "Recorrer el mundo escribiendo de lo que veía. Hoy vivo de eso. Lo he llamado periodismo portátil".
"La paradoja de este oficio", decía el reportero polaco Ryszard Kapuscinski, "consiste en que la escritura nace del viaje y el viaje imposibilita la escritura". Beriain cree que su oficio se asemeja más al del cazador que al del cocinero. "Lo que yo cazo lo cocinan otros. Para prosperar en periodismo hay que llegar a jefe y eso a mí no me apetece. Preparé un proyecto para vivir fuera de la redacción. A mí lo que me interesa es tener los recursos para ir a donde quiero ir".
"Los fotógrafos tienen que estar en el sitio. Así que viajo, hago trabajos de al menos un par de días, y cuando regreso a casa, edito el material y lo envío a la redacción", dice el reportero gráfico Sergio Caro, que vive en un pueblo cercano a Sevilla. "Por menos dinero del que cuesta el alquiler de un piso pequeño en Madrid, tengo una casa. Descanso cuando quiero y cuando hay que trabajar, trabajo. Se aprovecha más el tiempo".Ramón Salaverría, profesor de periodismo de la Universidad de Navarra y autor del blog e-periodistas (http://e-periodistas.blogspot.com) considera que las tecnologías digitales favorecen la aparición de una nueva generación de reporteros. A su juicio, "uno de los principales cánceres que sufre hoy el periodismo es el hecho de que muchos periodistas no pisen la calle".
Sergio Caro dice algo parecido: "En las redacciones sólo debería haber 10 personas para trabajar y el resto, en la calle". Salaverría cree que la posibilidad de acceder a muchas fuentes a través de Internet y la tendencia a la reducción de costes "han llevado a que cada vez más periodistas se limiten a realizar un trabajo puramente editorial, informándose apenas por la pantalla y el teléfono, y sin pisar en absoluto la calle".
No obstante, Salaverría es optimista respecto al impacto de las nuevas tecnologías. "La creciente movilidad que permiten las redes y aparatos digitales facilitará cada vez más el trabajo en la calle de los periodistas con los mismos recursos de que dispondrían en el caso de que permanecieran en la redacción. Eso y el deseo de los medios de diferenciar sus contenidos, confío en que propicien una creciente presencia de los reporteros".
El e-reportero trabaja con otro ritmo. David Beriain explica que la vida de su pueblo le permite preparar mejor los viajes y, cuando regresa, le facilita la transición del conflicto a la normalidad. "Cuando llego al pueblo, siempre hay alguien que me dice: ‘¿qué, Beriain, muchos tiros? Hala, vamos a tomar una cerveza’. Y eso me posa en el suelo".
Izagirre se hizo autónomo para organizar el tiempo y los proyectos como mejor le pareciera. "Un ejemplo: en 2006 quería dar la vuelta a España en Vespa (www.vespana.blogspot.com) así que me reservé tres meses libres y me fui. Prefiero ganar menos dinero y tener más tiempo para mis planes".
También intenta disfrutar de tiempo libre en el día a día. "Me gusta salir al monte entre semana o marcharme dos días a Las Bardenas a ver cómo llegan los rebaños que bajan del Pirineo, como hice la semana pasada. A veces de esas escapadas saco algo de trabajo y escribo algún reportaje. Cuando se funden trabajo y placer, es un privilegio". Izagirre toma muchas notas, "de una manera casi obsesiva", y luego escribe en San Sebastián. "Trabajo en la misma mesa en la que como. Sólo necesito una mesa para apoyar el portátil y una silla para apoyarme yo".
Lograr trabajos interesantes para ganarse la vida y disfrutar de tiempo de ocio no siempre resulta fácil. Izagirre tiene una clave: "Llevo una vida bastante sencilla, no necesito mucho dinero, y eso me permite tomarme bastantes meses libres cuando quiero viajar. Además, los viajes me dan materia prima para futuros trabajos". El periodista y fotógrafo siciliano Emanuele Giusto reconoce desde Luanda que no tuvo muchas posibilidades de elegir. "Para poder ser reportero de verdad, la única manera es ser freelancer. Sólo así he podido seguir las investigaciones que más me estimulaban, como la que me llevó a escribir el libro La vuelta a Europa con 30 euros, sobre las aerolíneas de bajo coste".
Giusto arranca su libro desde un balcón de la plaza de Tirso de Molina en Madrid, donde vive, comprando un billete de avión con su ordenador portátil mientras disfruta de una Mahou helada. "En el libro explico cómo estas aerolíneas han revolucionado Europa a nivel social y económico. A través de mi viaje cuento cómo se puede viajar por todo el continente gastando sólo 30 euros, 170 con tasas".
Para los nuevos reporteros electrónicos, la tecnología es imprescindible. Giusto vaticina que en el futuro habrá un "ejército de freelance tecnológicamente armados hasta los dientes, capaces en todo momento de resolver cualquier misión: Web, vídeo, audio, texto".
En su casa madrileña, Giusto dispone de una habitación para trabajar donde se mezclan los cuadernos, periódicos y libros con ordenadores encendidos las 24 horas.
Pero no para todos resulta tan idílico el trabajo en casa. Una vecina de Izagirre se encontró en la escalera con su novia, que salía a trabajar. "¡Ay, mi chica, no paras!", le reconfortó la vecina. "Todo el día yendo y viniendo. Ir al trabajo, volver del trabajo…". Tras una pausa, añadió con tono de compasión: "Claro, como el chico está todo el día en casa".
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